
¿Qué cuota de envío existe en la acción de «tomar envión»? ¿Cuánto trasladamos y cuánto se queda de nosotros en la escena inicial del movimiento? ¿Y si esa contorsión nos vaciara y luego no hubiera más pasos que dar? ¿A quién le entregamos esa energía, esa porción de coraje necesaria para saltar? ¿A la vida, a la mañana, a la rutina, a la ciudad, al empleo, al amor, a una casa, a nuestro propio cuerpo?
Muchos precisan —de vez en cuando— tomar envión para emprender actos mayúsculos, de esos que se destacan en cualquier renglón de una biografía: una mudanza, un cambio de alimentación, un nuevo empleo, una separación. Otros, necesitamos impulso para lo irrisorio: salir a colgar la ropa, revisar un cajón, volver a escribir una historia, taparnos de noche, atarnos los cordones.
En cualquier caso, la música siempre ayudará. A iniciar. A continuar. O a las dos cosas.
Photo: Joseph Gruenthal publicada en Unsplash
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