Hay silencios, cielos, recuerdos, suelos, gestos, paisajes que nos dan vuelta los ojos hacia adentro. Nos guían por un pasillo estrecho a la proyección de nuestra versión interna.
¿Y qué puede llegar a ver esa mirada cuando lo que se exhibe es lo más recóndito? ¿Qué película especta cada uno de nosotros? Seremos protagonistas de toda clase de escenas dolorosas, seguramente, pero habrá que darle crédito a la penumbra, que las sensibilizará, las magnificará, las dotará de brillo y de color especiales. Después de todo, la oscuridad sirve para instalar contrastes.
En el aislamiento habrá que inventar un gran cine de las intimidades, donde la oscuridad de la sala impida que el público se reconozca entre sí. Cada uno verá su propia historia, la versión que su mente y corazón decidan proyectar. Sonará como en los sueños, un ambiente apagado y ahogado, hasta que, de pronto y sin explicación, una melodía mágica se destaque e ilumine las entrañas.
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