Bailar porque es viernes y hay una excusa. Bailar para librarse de lo que ha quedado impregnado en el suelo y nos apega a él. Bailar para conjurar algún diablo por un rato.
Bailar con ropa amplia que seduce porque no dibuja al cuerpo sino a su movimiento. Bailarles a la luna y a las estrellas porque parecen estar quietas. Bailar para mostrarle a quien deseamos que tenemos música en la sangre. O bailar solos, pero bailar. Siempre bailar.
Foto: Fabian Møller (https://unsplash.com/@fabimoe)
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