Las canciones negro sideral disparan estrellas en la cabeza de quien las escucha. Abren autopistas mentales infinitas, caleidoscópicas, congestionadas de colores.
Sus graves húmedos retumban y se expanden en nuestros cuerpos.
Como meteoritos, surgen de pronto sus guitarras brillantes de cuerdas platinadas, apoyadas en grandes estelas de teclados que sintetizan el espacio. En medio de la oscuridad, no nos enceguecen, al contrario, es el negro más luminoso que pueda existir.
Las bases que parecen monótonas, como algunos cielos, desnudan patrones en cambio permanente. En ese viaje, el negro no supone oscuridad: al contrario, refleja otros mundos, miles de estrellas, todas las fantasías que queramos.
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