A veces los sábados a la noche huelen a apresto. A spray para pelo y pintalabios rojo. A perfumes viejos que se vuelven a abrir.
A ropa nueva comprada el día anterior. A ducha promisoria de las 11 de la noche.
A salsa con hongos, a vino floral, a postre con frutas.
Huelen a ganas, a palmas, a patita que se mueve debajo de la mesa, pulsando el ritmo.
A bajo en octavas, a guitarra groovie, a voz en falsete. Algunos, por ejemplo, suenan así.
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