Los buenos músicos poseen la capacidad de saber distinguir qué temas tienen alma de covereables. Como alguna vez comenté, no todas las canciones se entregan del mismo modo a ser versionadas. Hay algunas mucho más generosas que otras. Su espíritu es altruista: desde la misma composición existe algo desinteresado, una prodigalidad que permite que su melodía sea interpretada en miles de claves, ritmos, que su género sea reemplazado por otro, que su tempo sea modificado, o su textura totalmente alterada.

La bondad del original (que en nuestros días no luce sino como un divertimento porque con el paso del tiempo solo puede ser leído en clave kitch) está muy bien explotada en la versión que hizo Melero para la película Muerte en Buenos Aires. El primer gran acierto es el darle otra vida a la línea del bajo. Su poder permanecía casi oculto en el original: había que asignarle un rol protagónico en el esqueleto de la nueva interpretación. ¿Cuál es la operación? Correrlo de la línea italo-pop (por momentos con guiños funkies) para llevarlo al terreno del synth-pop. Así, desde su estructura rítmica, uno puede decir que la versión suena a lugar común, a algo que en los ochentas ya hicieron todos (cosa que no evita, de cualquier modo, que movamos inmediantemente nuestro pie contra el suelo al escuchar las primeras notas). Pues bien, le falta el relleno, el ingrediente fino donde se nota la impronta de Melero/Escofet: una serie de entramados cambiantes compuestos por melodías breves y colchones de teclados que suenan en segundo plano. Como todo sabor delicado, se percibe al final; luego de una degustación atenta se desmenuzan las capas. Sobre esa red se mueve discreta y lúdicamente la voz de Casella, que nos recuerda que todo es una puesta en escena, pero que el histrionismo ya no es tan cool en 2014.
Acá les dejo también el original, para que comparen. Antención al minuto 0:30 y las peripecias del bajo y también a los coros femeninos (me dio pena que hayan perdido la centralidad que les imprime Donatella Rettore). ¡Solo apto para desprejuiciados!
Donatella Rittore:
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