Creo que ya todos sabemos cómo suena el celeste diáfano de una mañana primaveral. Su entusiasmo no ensordece. Su optimismo no hace estallar cosas. Tiene olor a aire suave y puro, a futuro viaje, a esperanza (sabida falsa) de que algo bueno ocurrirá, a la golosina del autoengaño. Su tono es mezcla de guitarras de fogón con violines pop y redoblantes que hacen mover pies a un ritmo mesurado pero contagioso. Su sonido se emparenta con el celeste eléctrico paseo en bicicleta, pero las texturas son parientes lejanos.
Si se desea experimentar esta sinestesia, es aconsejable reunir los siguientes elementos: un despertar temprano pero no prematuro, un desayuno frutal en un ambiente con ventanas grandes, un breve paseo por algún barrio porteño, un viaje en tren, un reproductor portátil de música y ropa liviana.
Los siguientes temas suenan celeste diáfano de una mañana primaveral
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